
El oficial Waite fue muy acertado en no musitar palabra y le ofreció un encendedor apenas observó que sacaba un cigarrillo de su cajetilla. Durante todo el camino ambos posaron sus miradas sobre el paisaje que se venía aproximando, aunque para Bernardo era más que un recuerdo de la cotidianidad. Los lugares se aparecían como recordatorios de su vida y de la rutina diaria que llevaba a cabo durante los últimos dos años. Primero una guardería donde dejaba a su hijo para ir al trabajo, ya que ella se negaba a cuidarlo. Luego una escuela elemental con su cancha de béisbol vacía y un par de buses estacionados, en ese instante se le vinieron a la cabeza imágenes de familias reunidas para las festividades y mientras tanto ella pensando en sus escapadas amorosas.
Había olvidado lo seco que se tornaba el aire en invierno, se preguntó en su cabeza qué iba a hacer para la cena de navidad o sí de verdad iba a haber una. Se regocijó cuando entraron por la US-59 y pasaron por la zona de la prisión de Palomar Cove. Había olvidado lo cerca que se encontraba su vecindario de aquella prisión, antes de cruzar había un aviso de prohibido recoger autoestopistas en dicha zona. Se rió porque nunca imaginó recoger a nadie que estuviera solo caminando en una autopista. El paisaje continuó hasta que la nieve se hizo cada vez más predominante. El oficial Waite recibió un llamado del Sheriff por el radioteléfono, éste le preguntaba si se encontraban cerca, la afirmación era un código entre policías, pero lo había entendido a cabalidad. Justo en ese momento también escuchó que el Sheriff recomendaba ir despacio porque un frente frío había comenzado y se estaba formando otro temporal. Mike Waite pensó que lo más saludable para su pasajero era que redujera la velocidad y le ofreciera un café. Bernardo se negó aunque le pidió más fuego para prender otro cigarrillo, el oficial le entregó el encendedor y bajó la ventana un poco para que el humo circulara y saliera del vehículo. Mientras tanto, Bernardo reproducía en su cabeza diferentes situaciones de su esposa con el otro tipo. Estaba seguro que ella se dirigía al Motel 8 que se encontraba en el límite con Missouri City a las afueras del condado. Era chistoso como se la pasaba encontrando pequeños jabones en su baño con el logo de ese lugar, sin siquiera el más leve deseo de ahorcar a su mujer. Miró hacía la espesa blancura y vio un vendaval de hielo que se aproximaba, entonces despidió una bocanada de humo y se hizo una imagen mental de los cuerpos congelados mientras observaba los copos de nieves que rozaban contra el vidrio panorámico. Enseguida se le dibujó una sonrisa en el rostro y le preguntó al oficial: ¿Y usted qué hará en la nochebuena?