jueves, 9 de julio de 2009

la elección, GRAN TORINO


Hace poco tuve la oportunidad de ver la película del famoso director y actor Clint Eastwood, Gran Torino. El filme dista mucho de The Changeling, aquel filme que estuvo nominado a los premios de la academia y en el que una famélica Angelina Jolie nos hace creer que es una madre desesperada. Sin embargo la intención no es aplastar el trabajo realizado en esa película, ya que la historia es brillante y su obtención más aún. La historia fue sacada de unos tabloides americanos de los años 3o y deja entrever lo podrido que puede estar la sociedad norteamericana bajo todo ese decoro que enseña. Tal y como sucede en el cuento Coleccionistas en la obra Shortcuts del escritor Raymond Carver, la película se convierte en la analogía del tapete que luce reluciente y limpio, pero que contiene la suciedad por debajo. Aunque nada refleja mejor lo horizontal que puede llegar a ser esa metáfora más que la película Gran Torino.

Lo que aconteció con este filme es similar a lo que ocurrió en su momento con Munich y Memoirs of a Geisha, la primera dirigida y la otra producida por Steven Spielberg. El director estadounidense nunca quiso otorgarle el puesto que se merecía su adaptación de los hechos ocurridos luego de la masacre de los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. La película cuenta con un gran elenco, es tal vez la mejor actuación del actor australiano Eric Bana, además es impecable desde todo punto de vista, y es totalmente valido compararla con el trabajo que hizo Spielberg con The Schindlers list; aunque sí se compara con la promoción y publicidad que tuvo Memoirs of a Geisha puede llegar a parecer vergonzoso. Es entendible que el propio Spielberg no quisiera hacer alarde de un filme que trataba una temática tan controversial, pero fue una pena que Spielberg no lo promoviera lo que conlleva a Munich a asemejarse un niño que es abandonado.

Ahora en cuanto a Gran Torino hay muchos aspectos a resaltar. El guión es contundente, justo y perfecto para el personaje central, Walt Kowalski. El retrato del orgulloso veterano estadounidense que añora los viejos valores y sentimientos por su país, que añora también la vida al estilo sueño americano, en la cual el suburbio prospera tranquilo. Pero que odia las culturas que permean el país y siguen manteniendo los retazos de su cultura, latentes en su cotidianidad. Ese desagrado al ideal de la nación adoptiva que se consolidó con la bandera de las barras y las estrellas. Convenida a contrastar con los valores invertidos y mezclados que se han establecido en la Estados Unidos actual. Suburbios que abren espacios a ghettos y etnias que seccionan una convivencia multicultural que nunca se ha podido lograr.

De la misma forma, hace parte el automóvil que le otorga el nombre a la película el viejo Ford Gran Torino de 1972. Un carro que representa a Walt Kowalski todos los honores que pudo haber ganado como combatiente en la guerra de Corea y el servicio a un patria como la americana. Igualmente, la fachada de la casa, el césped bien cortado y el garaje repleto de herramientas son el sinónimo del típico macho alfa suburbial. A la larga, Kowalski se convierte en un personaje tan bien redondeado que es increíble como sus parlamentos lo empalman de una manera gradual a la trama de la historia.

La historia es un enfrentamiento etnial que además colinda con lo social y cultural. El choque entre las etnias que terminaron en Estados Unidos para prosperar y que irónicamente, se encuentran encasillados bajo los mismos prejuicios y estereotipos. Es una lucha entre depredadores de oportunidades. Que son puestas en escena para colisionar con los viejos valores anglosajones. Es una interesante introspección al microcosmos del progreso en la sociedad de los barrios marginales de las ciudades estadounidenses.

En este sentido Gran Torino se erige como un buen drama repleto de argumentos palpables y verosímiles a cualquier espectador. Es posible imaginar y predecir el final y tal vez este filme se encuentre salpicado de los dramas hollywoodenses, pero éste no es más que un claro ejemplo de que hasta en las fronteras plásticas de la industria cinematográfica se hace buen cine.


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