lunes, 16 de marzo de 2009

Los ideales de una generación


Revolución, masas, inconformidad, ansías de cambiar el mundo; y la respuesta se hace esperar. Sí se mira hacía los ochenta, tal vez hasta los noventa, la pregunta sigue siendo, qué carajos nos quedó de aquella década revoltosa y ampollante. De seguro, es fácil entender por qué esa generación vitoreaba y se cuestionaba todo. No debe ser sencillo ser gestado en una época post-guerra. Tampoco sería facil, herir el orgullo europeo y contemplar el engranaje del imperialismo estadounidense, luego de la segunda guerra mundial. Es por esta razón que mi generación y la que venía antes son tan pocos revolucionarios desde el punto de vista de los ideales.


¿Ideales para mi? no son más que una faceta adolescente, debo aceptar que crecí amparado bajo el final de la guerra fría, no me acuerdo de cuando el muro cayó; es más no me acuerdo ni de cuando estaba el muro. Nací a finales del año 87, mi conciencia despertó en los noventa, y lo único que conocí fue el terror del narcotráfico y una selección Colombia de fútbol que tocaba el cielo. Quería ser bombero y patear un balón; una balacera y un muerto eran cosas rutinarías. Recuerdo haber presenciado un enfrentamiento entre sicarios y escoltas mientras mi papá me halaba hacía adentro de su viejo Renault 21. Pero no recuerdo la inconformidad de algún aspecto político, de pronto, lo más grave para mi, fue no tener un pasaporte foráneo para poder pasar por la inmigración de otro país mas rápidamente. Pero ni siquiera mi padre me implantó sus ideales o los que habia borrado en el preciso instante en que el mundo laboral y capitalista los habia absorbido.


La adolescencía fue el pico. Las lecturas de los futuristas pesimistas me fueron creando una capa seudo manifestante, pero no fue sino revisar los hechos históricos para percatarme que nadie habia logrado nada. Asimismo, me encontré calcando las mismas situaciones que generaciones pasadas. "La música rock se murió," dije cuando conocí a Nirvana un poco tarde, tenía trece años y Kurt Cobain se había suicidado siete años atrás. De la misma forma, Lester Bangs había pronunciado el obituario del rock, incluso antes que el rock progresivo de Pink Floyd explotara. No creía en la literatura nueva, ni en las peliculas nuevas, para mi todo lo recalentado era mejor que lo que estaba ocurriendo.


Fui creciendo alejado al mainstream de mi generación y pretendí haber crecido en otro año. Quise nacer en los sesenta y poder vivir en el punk de los setenta, después quise haber nacido en el año 77, cuando mis padres se casaron; me imaginé grungero. Me imaginé contemplando la caída del muro de Berlín como cuando contemplé la de las torres gemelas, como también aborreciendo la plasticidad de los ochenta y su mirada ultraconservadora. Me imaginé con los jeans rotos y el pelo largo, con botas Dr. Martin y una rumba roquera en el mítico bar, La membrana de Bogotá. Así como tambíen me imaginé llorando aquel 8 de abril de 1994; e intentando acrecentar mis ideales con los videos de Pearl Jam y Soundgarden. Sin embargo, son emulaciones de épocas que no viví.


Mi generación fue aburrida. No hubo una contracultura de dónde agarrarse y nos tocó rencauchar todas las tendencias pasadas. De eso vivimos, de tendencias y estilos. Nos tocó el ipod para escuchar las viejas canciones de Hendrix y Clapton. Desgraciadamente no tuvimos la fortuna de intercambiar acetatos. Asimismo, a las chicas les quemábamos cd´s y no les recopilábamos la música en casettes de dos lados. No tuvimos que ahorrar para comprar un albúm, es más ya no escuchamos un albúm completo. Los albumes de fotos dejaron de existir y ahora el facebook reemplaza las memorias que en otros tiempos eran tangibles. A fin de cuentas no me siento parte de una generación que se encuentra digitalizada y me entran aires de nostalgía por lo análogo que era la cotidianidad, como lo muestra Bertolucci en su película.


Ahora se vive del vintage, de la recopilación y de la alusión. Así como el filme Wall-E hace un espléndido homenaje al cine mudo y a los musicales, la pelicula Los Soñadores recuerda una epoca en la cual se podia soñar y jugar a cambiar el mundo. Theo tiene sus ideales, aunque no sean de su mera convicción. Mathew, huye de su contexto, pero encuentra coyuntura en una Francia que no tolera la guerra de Vietnam, en cambio, él simplemente no tolera la violencia. Michael Pitt no deja de recordarme al Cobain de Van Sant, y la hermosa Isabella es el cliché de la femme fatale, una mujer hermosa y extraña capaz de hacer ceder los instintos de cualquier hombre.


La última escena es lo mejor de la pelicula, cuando Mathew huye. Él se aleja de una problemática que lo permea y que también permearia a su país con las luchas raciales y el hippiesmo. Pero no sólo él huye, sino todas las generaciones que lo siguieron. Al fin y al cabo el capitalismo acabó con nuestro juego de ideales y contracultura, acabó con todas ellas, las terminó adheriendolas a sus mercados y cesaron las identidades generacionales. Porque qué nos queda ahora. ¿por qué lucharíamos los de mi generación?

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